Quienes lleguen al aeropuerto de Copenhagen verán estas imágenes producidas por Greenpeace. Líderes envejecidos piden una disculpa por no haber hecho nada en 2009.
Quienes lleguen al aeropuerto de Copenhagen verán estas imágenes producidas por Greenpeace. Líderes envejecidos piden una disculpa por no haber hecho nada en 2009.
“Ahora bien, ¿qué sucede en caso de inflación? La unidad monetaria pierde repentinamente su personalidad. Se transforma en una masa creciente de unidades; estas valdrán cada vez menos a medida que aumente su masa. Los millones, que uno tanto deseaba tener, los sostiene de pronto en las manos, pero ya no son tales, solo se llaman así. Es como si el incremento brusco hubiese privado de todo valor a lo que se incrementa. Una vez la moneda ha entrado en esta espiral, que tiene el carácter de una huida, ya no hay límite previsible. Pues así como se puede contar, en alza, hasta cualquier cifra, así también el dinero puede devaluarse hasta cualquier mínimo.
En este fenómeno volvemos a encontrar aquella propiedad psicológica de la masa que ya he clasificado de especialmente importante y llamativa: el placer ante el crecimiento rápido e ilimitado. Pero en este caso el crecimiento se orienta negativamente: lo que crece se va debilitando cada vez más. lo que antes era un marco es ahora diez mil, luego cien mil, luego un millón. La identificación del hombre individual con su moneda queda así abolida. Esta ha perdido su solidez y sus límites, a cada instante es otra cosa. Ya no es como una persona ni tiene duración de ningún tipo. Su valor es cada vez menor. El hombre que antes confiaba en ella no puede menos que percibir su devaluación como la suya propia. Llevaba demasiado tiempo identificado con ella, la confianza que le tenía era como la que había depositado en sí mismo. La inflación no solo hace tambalearse todo externamente–nada es seguro, nada permanece una hora seguida en el mismo lugar–sino que por culpa de ella el hombre mismo se ve disminuido. Él mismo y lo que había sido siempre pasa a ser de pronto nada; el millón que siempre había deseado tampoco es ya nada. Todo el mundo lo tiene. Pero todo el mundo es nada. el proceso de formación del tesoro se3 ha invertido. Toda la fiabilidad del dinero parece haberse desvanecido. Nada se añade, todo disminuye sin cesar, cualquier tesoro desaparece. Puede definirse la inflación como un aquelarre de la devaluación en el que los hombres y la unidad monetaria confluyen de la manera más extraña. Acaban siendo intercambiables, el hombre se siente tan mal como el dinero, que está cada vez peor; los hombres todos, juntos, se halan a merced del mal dinero, y juntos también se sienten igualmente devaluados.
Elias Canetti, Masa y poder. Galaxia Gutenberg, 2002, ps.231-232
Tony Judt regresa a la Mente cautiva
, el extraordinario ensayo de Czeslaw Milosz publicado en 1953 que analiza la seducción intelectual del estalinismo. Cuando en los años setenta Judt usaba el libro en algún curso universitario, tenía que explicar la desilusión marxista; treinta años después se veía forzado a justificar la ilusión misma. Hoy resulta difícil entender la entrega a una fantasía intelectual como la utopía marxista. Pero Judt descubre otro tipo de captura que atrapa la inteligencia occidental: la hegemonía liberal, la fe en el mercado, el miedo al islam son los nuevos barrotes de la vieja cárcel descrita por Milosz. La prueba de la esclavitud ideológica, dice Judt, es la incapacidad de imaginar alternativas. Concluye con comillas de Milosz: la esclavitud intelectual es "el miedo a pensar por uno mismo."
Alfonso Reyes
Yo tengo mis dudas. Lo digo con respeto y pido perdón. La tentación del Árbol, la viciosa ostentación de los Frutos, eran ya, en sí incentivo bastante para precipitar los destinos. ¿Pero la Serpiente? ¡No, la Serpiente no pudo aconsejar el amor, esta bendición de las bendiciones! El amor no puede ser condenado en el plan de la Creación. La Serpiente aconsejó el rencor; quiso dividir a Eva de Adán: le contó historias sobre su esposo. Algo les dijo para sembrar entre ellos la desconfianza y el desamor. Ése fue el pecado mortal; ésa, la pérdida del Paraíso. Es el caso de la primera intriga para entristecer a los que se aman. La Serpiente anuncia a Yago, no a Celestina, la calumniada.
Agosto de 1956, en el tomo XXII de las Obras completas.
Los seres que nos visitan desde otro planeta en la película “La llegada” son unos pulpos enormes que logran comunicarse con nosotros a través de sus tentáculos. De sus largas extremidades brotan los mensajes que conducen a la protagonista a la experiencia de otra dimensión. Peter Godfrey-Smith, un filósofo que bucea, no ha tenido que salir del planeta para encontrar una inteligencia radicalmente distinta a la nuestra. En los mares del mundo ha estudiado pulpos, calamares y otros cefalópodos y en ellos ha detectado la conciencia más distante.
La inteligencia del pulpo es sorprendente. Es capaz de emplear herramientas, puede resolver problemas complejos, tiene memoria de lo reciente y de lo antiguo, fabrica su propio refugio, es extraordinariamente curioso. Quienes han convivido con pulpos durante largo tiempo, han podido apreciar una personalidad en cada individuo. Algunos son agresivos, otros juguetones. Hay pulpos tímidos y pulpos peleoneros. Parece claro que son capaces de reconocer las diferencias entre los hombres. En un laboratorio, uno solo de los científicos del grupo era recibido con chisguete de agua, cuando llegaba a trabajar. Podemos reconocernos en su afán exploratorio y en su capacidad de aprender; en sus simpatías y repulsiones personales. Pero, como bien advierte Godfrey-Smith en Otras mentes. El pulpo el mar y los orígenes profundos de la conciencia (Farrar, Strauss and Giroux, 2016), representan la otra evolución de la inteligencia. La criatura inteligente más lejana a nosotros. Nuestro ancestro común habrá sido una lombriz plana que vivió hace unos 600 millones de años. De ella partieron dos ramas que evolucionaron por rutas distintas. Una dio lugar a los vertebrados, la otra a los moluscos. El pulpo es, entre ellos, el que tiene el sistema nervioso más complejo. Tiene el cerebro más grande y la mayor cantidad de neuronas en todo el reino de los invertebrados.
Lo más notable, desde el punto de vista anatómico, es que las neuronas no están recluidas en el cerebro. La mayor parte de ellas están sembradas en todo el cuerpo. Los tentáculos están tapizados de células de pensar. Cada tentáculo percibe el mundo de manera independiente y procesa la información que pesca sin necesidad de recibir instrucciones del cerebro. Los bailes del pulpo, sus peleas y exploraciones no son resultado de una instrucción que desciende desde la torre cerebral. Hay, por supuesto una coordinación que proviene del cerebro pero hay una perceptible independencia de las extremidades pensantes. El pulpo, sugiere Godfrey-Smith, es como una banda de jazz. Hay una melodía común pero cada instrumento tiene el deber de improvisar. Un pulpo es un ser y es varios. En uno solo, hay muchos. La unidad de la conciencia, sugiere el autor, es una simple opción evolutiva.
En el pulpo la vieja idea de la separación de la mente y el cuerpo es simplemente absurda. Todo el cuerpo sirve para conocer el mundo. El estudio de Godfrey-Smith es una lectura fascinante: observando a nuestro lejanísimo pariente, el buzo reflexiona sobre la mente y los orígenes más profundos de la conciencia. “La mente, escribe, evolucionó en el mar.” Por supuesto, es imposible adentrarnos en la experiencia de ser pulpo. Podemos simplemente conjeturar: la imagen que esta criatura puede formarse del mundo, el contacto que puede tener consigo mismo y con lo que lo rodea será incomprensible para nosotros pero habrá, en alguna dimensión, sensaciones que nos hermanen.
Al recibir el Príncipe de Asturias, Daniel Barenboim recordaba a María Zambrano quien identificaba una sustancia musical en toda sabiduría. Esa era la gran lección, a su juicio, de Séneca. La razón es equilibrio, escucha, ponderación, melodiosa mezcla. No fidelidad a un dogma, sino capacidad de un ser concreto para percibir “con su armonía interior, la armonía del mundo.” Saber vivir es saber oír. Oírse para no callar a nadie. Oír para apreciar al otro. “Es una cuestión de oído. Una virtud musical la del sabio; es una actividad incesante que percibe y es un continuo acorde. Es, en suma, un arte. La moral se ha resuelto en estética y como toda estética tiene algo de incomunicable.”
Nadie ha cultivado esa armonía como Jordi Savall. Un devoto de todas las artes de la música. Intérprete prodigioso, director y promotor, arqueólogo de antiguas partituras, resucitador de instrumentos, historiador y cronista, editor, divulgador, maestro, productor de extraordinarios acontecimientos sonoros. Hace unos días estuvo en México. Con su Hespèrion XXI y Tembembe Ensamble Continuo tocó un concierto memorable en el Bellas Artes que revivió las mareas del barroco hispano. El agua de las influencias que va y que viene. Una danza portuguesa del siglo XVII dio paso al cielito lindo. Una jota preparó la improvisación de la guaracha. Un zapateado dialogaba con la viola da gamba. Se escuchó al arpa barroca al lado de la jarana huasteca. Aparecieron los raspones de la quijada de caballo y el violone. Y una voz cantando:
La vida tiene sazón
si hay un chile en la tortilla
si hay un chile en la tortilla
la vida tiene sazón.
“Lo mejor que hicimos los españoles en el Nuevo Mundo fue la música, ha dicho el incansable concertista. Casi todo lo demás fue un desastre.” El concierto reciente y varios discos de su catálogo son testimonio de algo que sí puede nombrarse “encuentro” entre dos mundos. La música de esas dos riberas que Savall trae a la vida es una música libre, una música anterior a la disciplina impuesta por la escritura. Será por esa soltura que la erudición de este arqueólogo no invita al museo sino a la juerga. El arte de improvisar lo aprendió el catalán de su instrumento, la viola da gamba. Es un arte hecho de estudio, espontaneidad y sensibilidad.
La improvisación fue, tal vez, uno de los hilos que bordaron el programa en Bellas Artes. Las “Folías (locuras) antiguas y criollas del antiguo al nuevo mundo” no pueden entenderse solamente como la influencia de un lugar a otro, sino como el ir y venir de cuerdas, cadencias, motivos. El espíritu de una cultura puede estar ahí, en la música que hace reír, la que enamora, la que se imagina como un puente con Dios. Escuchar a Jordi Savall, jarocho y mediterráneo, es acercarse a esa sabia armonía de la que hablaba María Zambrano. Esa armonía que en sonido va de una civilización a otra, que cruza siglos y que hermana.
En una carta a su esposo en mayo de 1952, Hannah Arendt escribió: Camus “es el mejor hombre ahora en Francia. Le saca una cabeza al resto de los intelectuales.” El primero de los intelectuales. Arendt no celebraba al filósofo, sino al hombre que piensa responsablemente en público; admiraba al escritor lúcido y elocuente; al moralista que sabe confrontar al auditorio, al hombre de ideas que no se fuga del mundo.
“Para ser hombre hay que negarse a ser Dios”, escribió en su ensayo capital. Él se niega a ser un dios desde su escritura, hecha de asombro, desconcierto e inconformismo: expuesta perplejidad. En su prosa no se advierte el anhelo de convertir al lector a su credo. No pontifica ni regaña: piensa, disiente, explora. Su prosa, como su filosofía, toca sus límites, reconoce su ignorancia, asume el riesgo. Camus no intenta suplantar el absurdo de la vida con la razón inclemente. Esa es su rebelión. Si es cierto que invita a pensar en Sísifo feliz, su búsqueda es otra. Más que la felicidad, lo suyo es búsqueda de dignidad. En el abrazo del sinsentido hay una esperanza: ser hombres … y serlo con otros. Ya pocos dirán que El hombre rebelde es el libro desordenado de un filósofo mediocre, como dijeron sus primeros críticos. Es, sin duda, uno de los picos de la reflexión política del siglo XX, uno de los ensayos más brillantes de la inteligencia moral de—sí, todavía—nuestro tiempo.
Se ha hablado en estos días del filósofo, del dramaturgo, del ensayista. Debería hablarse también del articulista, del pensador que se expresa en los diarios, reaccionando a los eventos del día. “Hay que encontrar cierto tono” escribe en un artículo publicado en Combat, de septiembre de 1944. Si el articulista no encuentra ese tono, su observación se desmorona. El hombre que denunció los crímenes de razón sabía mejor que nadie que las ideas pueden convertirse en puños: eso son las convicciones. Razón sellada, martillo de palabras satisfechas. La convicción política es tan hermética, tan peligrosa como cualquier otra fe. Camus no padeció convicciones. A Francis Ponge, hombre de certeza marxista, le dijo “Yo me encuentro a medio camino, menos feliz que todos ustedes, armado sólo con mi buena voluntad y un gran deseo de no hacer trampa.” Qué bien puesto: deseo de no hacer trampa.
El articulista conocía los peligros del oficio. La crítica puede adoptar de pronto los modos del juez, del maestro de escuela o del profesor de moral. “De este oficio, a la jactancia o a la tontería no hay más que un paso.” Sí: el articulista camina entre la pedantería y la estupidez. ¿Cómo escapar de ese peligro? Por la ironía, responde de inmediato. La única salvación es preservar el sentido de lo relativo. El escritor no siempre tiene respuestas. A veces sólo puede aportar silencio. “Cuando la palabra puede conducir a la eliminación despiadada de la vida de otras personas, el silencio no es una actitud negativa”
Adam Gopnik ha identificado la clave del periodismo de Camus: Los editorialistas pueden parecer los más insípidos integrantes de la clase escribidora. Dedicados a compactar los lugares comunes de su tiempo trabajan con lo inmediato para denunciar sin pizca de imaginación. “La buena escritura editorial—dice Gopnik—tiene menos que ver con ganar una discusión y más con decirle a los tuyos cómo se deben escuchar cuando estén discutiendo. En verdad, es una especie de dirección musical: el escritor trata de marcar el compás, encontrar el tono de la nota. No es “di esto”, es “suena así” lo que enseñan los grandes editorialistas.”
Trabajando todavía en la edición de Revolutionary Road (traducida acá como “Sólo un sueño”) Sam Mendes empezó el rodaje de Away We Go (“El mejor lugar del mundo”, según las carteleras mexicanas). No puedo pensar en películas tan opuestas viniendo del mismo director. No imagino a David Lynch apartándose de la edición de Blue Velvet para dirigir Notting Hill. Si el tono de las películas contrasta es porque la segunda fue para el director una especie de antídoto, una cuerda de salvación. Revolutionary Road, basada en la novela de Richard Yates, es una película oscura y devastadora: la autopsia de un matrimonio. Las grandes ilusiones de un tiempo son aplastadas por rutinas desalmadas, por miedos y traiciones. El empeño por escapar la banalidad queda triturado en la vida del suburbio. La intensidad del sueño no hace más que anticipar la tragedia. La nomenclatura revolucionaria de la calle donde vive la pareja y que da título a la película es obviamente un guiño: para el pesimista, la fe resulta preludio de catástrofe. Away We Go es todo lo contrario: una comedia suave, ligera y optimista. Desaparecen aquí los encierros asfixiantes que marcan todo el cine de Mendes. La película tiene aire y luz de viaje. Los protagonistas apenas tienen ambición pero se tienen a sí mismos. No buscan regalarle su genio al mundo, ni separarse de la trivialidad del vecindario. Buscan un lugar para criar a su hijo. Nada menos.
Brincando del teatro al cine, Sam Mendes ha retratado la claustrofobia de lo doméstico, el veneno de lo social. En American Beauty, una cinta narrada desde la muerte, pinta la desolación del suburbio sin dejar de registrar la intensidad vital de algunos personajes y la aparición fugaz de la belleza. Road to Perdition es una película de gángsters que explora el vínculo de un hijo con su padre en un mundo inundado de sangre. Todas sus películas aprietan el pescuezo el espectador que sale del cine en busca de aire. Asfixiantes cárceles de conformismo, violencia, odio, puerilidad. Un cine también de escapes siempre frustrados. Away We Go no es la película de una fuga sino de una búsqueda. Una road movie modesta y bien hecha. Quizá es una película menor. No tiene el gran libreto de sus trabajos previos ni las portentosas actuaciones de otras producciones. Podrá ser un divertimento en el trabajo de Sam Mendes, pero es una de sus cintas más entrañables. Es, dice él mismo, la película que mejor lo retrata. ¿Por qué termino haciendo películas tan oscuras si veo los colores del mundo?
Away We Go se basa en el guión de Dave Eggers y Vendela Vida y cuenta la búsqueda de un nido. En la primera escena de la película, un extraordinario retrato de intimidad, los protagonistas descubren que serán padres. No lo han buscado pero tampoco rechazan la idea. Los hechos le suceden a esta pareja. Sin raíces donde viven, sin trabajo estable, emprenden la carretera para decidir dónde habrán de criarlo. El peregrinar los pone en contacto con parientes y amigos que representan distintos modelos de paternidad: de los desvaríos alcohólicos a los absurdos del new age. Las viñetas son evidentemente caricaturas, sketches: las opciones no sirven más que para ratificar que el único anclaje de la pareja es ella misma y que su desabrigo es mucho más cálido que el brasero de cualquiera. Una imagen de la película se planta frente al romanticismo trillado: el amor no es el delirio sino una dulce sensatez.
Me encantan las imagenes. Mueven a risa pero el tema es de gran seriedad.
Bueno, Héctor Aguilar presume que falta en nuestra ágora el antídoto por excelencia de la queja, el humor. Yo creo que el humor o la risa también sirven para intentar el bien quejarse, el buen quejido, y no son antítesis forzados de la queja. Con el humor y la risa a veces también se puede ser populista, no quejarse bien, engañar, desgatiñar como es el caso del gato por liebre que ofrece muchas veces Sheridan. Curioso, humor y crítica juntos o separados, esta campaña de Greenpeace o cualquier prosa puede intentar jugar con eso. Pocos son ejemplos buenos. Alguna vez leí un texto serio, sin humor alguno, de Monsiváis, me gustó mucho, no era humor negro pero podría encuadrar igual.
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Para mover a la risa y bien quejarse, en cuanto al envejecimiento,
Vargas Llosa afirma que su gusto por releer es quizá un signo de su vejez, ¿pero a Vargas Llosa puede leerlo uno entre líneas? ¿Vargas Llosa o el lucimiento perfecto como publicidad? Sorprende que Vargas Llosa se equivoque tanto al hablar de México en la FIL, esperemos que cuando relea más viejo lo que dijo ahí no descubra se equivoca crasamente. No siempre lo hace, la vez que calificó ‘dictadura perfecta’ el régimen político no erró. Si bien era otra forma de entender el estado de cosas, pese corrigiera o lo corrigiera con malos modos Paz (perfecto), Vargas Llosa dio limpio en el blanco: el régimen era eso, era más. Quería ser con mayúscula Perfecto..
[ Era una dictadura sexenal perfecta, sumado el sistema metasexenal perfecto. Con votaciones electorales intermedias que se legitimaban perfectas. A ejemplo, ahora semejando la idiotez de lo perfecto, de lo mayúsculo Perfecto, creyendo en idioteces y creyéndonos perfectos, se proyecta la cédula de identidad en simbiosis con la credencial electoral perfecta, hay un vo. bo. del consejero presidente y del IFE, perfecto, contendrá casi todo dato habido como personas no perfectas y de paso como ciudadanos no perfectos y como electores no perfectos—cosas todas diferentes, perfecto— porque el Estado perfecto en su base de datos perfecta va.. va porque va, perfecto, va a innovar en clase mundial señoras, señores. Perfecto. Confluirá nuestros derechos en materia electoral con el derecho a nuestra identidad y acaso ser persona humana. Perfecto. Los mexicanos vamos a presumir de más papistas que el Papa perfecto y que otros países perfectos, por no decir ser policiacos perfectos, con espejitos y espejismos perfectos que este lance en conquista perfecta, de malentendida modernidad perfecta, privará de lo primitivo e impráctico de dos o más documentos no perfectos, sin tecnología que valga ya para esto. Perfecto. Porque en un moderno documento tendremos casi todo. Perfecto. Contendrá todos nuestros datos posibles perfecto, no cambiantes ni futuros, perfecto —dicho de otro modo perfecto: características biométricas únicas e irrepetibles— consistentes en diez huellas dactilares perfectas, iris ocular de ambos ojos perfectos, fotografía de rostro perfecta además de una pinche e inutilizada curp perfecta, no sé si el rfc perfecto pero sí datos propiamente estilados de domicilio perfecto, lugar de nacimiento perfecto, sexo perfecto, edad perfecta, etcétera perfecto, que identifican y de remate reloco perfecto permitan votar gobernantes perfectos, representantes perfectos, acaso leyes perfectas, referéndums perfectos o plebiscitos perfectos, y si quiere votar claro, perfecto, si no, perfecto. Da igual, perfecto.
Pero Perfecto… ¿todo esto perfecto no podría dejarse para más adelante perfecto? ¿Podemos contentarnos en la materia a manera perfecta como los americanos perfectos o los holandeses perfectos y dejar las cosas más primitivas, no así perfectas? Digamos, mejor que se implemente esto durante gobiernos menos sospechosos irrespetar las decisiones electorales perfectas o no perfectas, los Votos, con mayúscula inicial perfecta. ¿Para 2070 ó 2090? Perfecto.. ya que un Estado mexicano no perfecto en manos del panismo no perfecto gobierne eventualmente no policiaca ni orwellianamente perfecto y quiera tanto o más de nosotros como ciudadanos perfectos, pero ofrezca igualito —lo mismo, perfecto— en servicios no perfectos, en calidad de democracia no perfectos, manera de gobernar no perfecta. Perfecto. Será perfecto o será el sereno perfecto, habrán anexado Nuevo León perfecto o quien sabe perfecto a nuestro vecino perfecto, por lo pronto hay que saber sacar un amparo perfecto, aprender a decir a que NO en mayúsculas perfectas, decir que ni yendo a bailar a Chalma perfecto por ahora podría aprobarse esto perfecto, estando así la cosa no votar así o votar con un amparo y la credencial anterior, perfecto, es lo mejor perfecto, gástese y gástense perfecto el dinero de nuestros impuestos perfectos en otras cosas señores, señoras.. corruptos a mayúscula Perfectos ]
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Segob & Smartmatic, Jorge Alcocer V. /Reforma, 8 de diciembre
http://www.emedios.com.mx/testigospdfs/20091208/2346ca-550f7a.pdf
Para ser serios, críticos sin humor, el comentario que mueva menos a risa c o n t i n u a r á . . .