Autorretrato de Henri Roger, 1895. Recogido del Encuentro de Arles 2008
Autorretrato de Henri Roger, 1895. Recogido del Encuentro de Arles 2008
El partido griego de ultraderecha Dorado Amanecer ha sido proscrito, agitando de nuevo la polémica sobre el sitio del extremismo en una democracia. Jan-Werner Mueller, autor de una extraordinaria historia de las ideas políticas en el siglo XX aborda el tema. Es razonable que las democracias traten de defenderse de sus enemigos. Una constitución, recuerda, no puede ser un pacto suicida. Proscribir un partido es, desde luego, una decisión delicada. Un exceso en la defensa de la democracia haría desaparecer a la democracia misma. Si un partido ha de ser proscrito habría que acudir a instancias de imparcialidad como los tribunales constitucionales y no dejarle esa decisión a otros partidos que, naturalmente, trataran de eliminar a la competencia. Lo importante es afirmar, ante todo, el estado de derecho. Las reglas sobre los requisitos democráticos de las organizaciones políticas deben estar vigentes antes que se considere la prohibición de algún partido. En todo caso, el combate al extremismo tiene que ser compensado con políticas de inclusión, concluye Jan-Werner Mueller.
La crisis como una infección periodística. La intervención "El viento nos trajo la crisis" de luzinterruptus se presentó en la Bolsa de Madrid en la madrugada del 28 de abril.
En 1961 Grocho Marx abrió su buzón y se encontró una carta pidiéndole una fotografía autografiada. La firmaba T S Eliot. El comediante le mandó una foto de estudio con su firma. El poeta le insistió en pedirle una fotografía en personaje, con bigote y puro. Al recibirla, Eliot le agradeció avisándole que estaría enmarcada, al lado de Valery y Yeats. En moreintelligentlife.com se comenta la curiosa correpondencia entre el poeta antisemita y el cómico judío.
A los doctores de mi padre, con gratitud
En 1931, Alfonso Reyes escribió un mensaje a su médico ideal. Era un informe de los tropiezos de su salud y, al mismo tiempo, una descripción de ese doctor ideal. No le pedía infalibilidad, lo que buscaba en su médico era sabiduría y diálogo. El doctor en el que podría confiar era el estudioso que estaba al tanto de las novedades la ciencia, y que pudiera gozar la alegría de nombrar con precisión un síntoma. Habría de ser, también, un profesional dispuesto a colaborar con el enfermo. Mi médico, decía Reyes, ha de resignarse a “trabajar conmigo, a explicarme lo que se propone hacer conmigo y lo que piensa de mí, a asociarme a su investigación.” No aceptaba ser tratado como depósito de órganos dolientes. “El médico que no cuente con mi inteligencia está vencido de antemano: el que quiera curarme sin contar con mi comprensión que renuncie. Lo que no acepte mi mente, difícilmente entrará en mi biología.”
Reyes se consideraba un “buen enfermo,” un enfermo “de tinta débil.” Atento a los mensajes de cada órgano, buen ayudante de los médicos, disciplinado para el trago de las pociones, y, sobre todo, con poco ánimo para la queja. Un paciente paciente. Creía que, cuando el mal llegaba a su cuerpo, atenuaba sus agravios habituales. Estudiando el efecto que en él tenía la enfermedad, proponía a los estudiantes de medicina una clasificación de temperamentos. Por una parte, existían temperamentos espesos donde la enfermedad echa raíces y es frondosa, imponiendo el dolor en todos los tejidos del cuerpo. Por la otra, temperamentos delgados que reciben la enfermedad apenas como un parásito leve que flota sobre el cuerpo. Si mis enfermedades no han sido todas benignas, han sido, por lo menos, bien educadas, decía. La cortesía de Reyes se imponía hasta en sus dolencias.
Algunos escuchaban sus detallados relatos de enfermedad como si fueran regodeos en el dolor. No era miedo ni sufrimiento lo que expresaba: era la necesidad de registrar todo el arco de su experiencia con palabras, era el afán por nombrar la secuela de los virus, el banquete de las bacterias. Era también una forma de registrar el impuesto del tiempo sobre la vida. Reyes percibía la “lenta, insensible corrosión que cada segundo operaba en el ser.” Lo que hoy es una capa de polvo en las venas, mañana será un barniz, y al fin, el tapón de la asfixia. El primer dato que debía registrar su historia clínica era su peculiar metabolismo literario. Ignacio Chávez, habría que advertirlo, veía menos colaboración en el paciente parlanchín. Nunca sé cómo se siente porque, cuando le pregunto, me responde con pasajes de Góngora.
En el relato de sus infartos, Alfonso Reyes sigue la lección de Montaigne: el sabio sabe extraer las lecciones de la mortalidad. Solo la sombra de la muerte abre la puerta de lo crucial. La amenaza despeja nuestra visión del mundo, dice: las cosas encuentran una nitidez que los vapores de la salud empañan. Ante el peligro del fin, el ojo se limpia y puede ver lo que permanecía oculto. Y así observa quienes han sido los guardianes de su vida: el cinismo y el estoicismo; “pero sin olvidar la cortesía como brújula de andar entre hombres.” La enfermedad pulió los imanes morales de su vida: verdad y dignidad. “Un mínimo de verdad: cinismo; un máximo de decencia: estoicismo. Con eso basta.” Una lección adicional sacaba Reyes al saber que vivía con el corazón como un jarrito rajado. No se le ofrecía la filosofía helénica sino una visión: mientras convalecía soñó que llegaba al cielo y veía a San Pedro abriendo el libro de registros. En el momento, un ángel le dijo: este pobre hombre tiene una obra a medio escribir. Apenado con la suerte del escritor, el viejo se dispuso a prorrogar el permiso de turismo en la tierra. Por eso, decía Reyes, no termino un libro sin comenzar el siguiente.
En un ensayito gracioso, Umberto Eco hacía de editor que recibía el manuscrito de obras clásicas para dictaminarlas impublicables. Al autor de la Biblia que se había negado a dar su nombre le decía, por ejemplo, que el texto era interesante y con pasajes verdaderamente admirables pero demasiado largo y violento para ser publicado sin un laborioso trabajo de edición. El protagonista no resultaba muy verosímil y parecía del todo incomprensible el cambio de su personalidad en la segunda parte del libro. ¿No eran en realidad muchos libros y muchos autores reunidos arbitrariamente?
Cuatro años después de que ganara el Nobel, en el 2000, una editorial polaca desenterró los desaires de Wislawa Szymborska. No le contestaba a Shakespeare ni a Dante sino a quien salía de la preparatoria y acababa de escribirle un poema a su novia. Szymborska era entonces editora en una revista de Cracovia y se daba a la tarea de leer manuscritos para ver si alguno merecía ser publicado. A cada envío le respondía con una notita. La editorial Nordica acaba de traducir el libro que recoge sus desalentadores juicios. Lleva por título Correo literario o cómo llegar a ser (o no llegar a ser) escritor. Quien haya leído las maravillosas Lecturas no obligatorias de la poeta polaca reconocerá de inmediato ese tono que rehuye la grandilocuencia, la solemnidad, la ostentación. Como en esa compilación, Szymborska aborda lo aparentemente trivial para deslizar, casi sin querer, lo más valioso.
La editora no ejerce de crítica literaria. Pide lo elemental: que se cuide la letra y la ortografía, que se respeten las reglas básicas de la expresión. Sugiere escapar de las frases hechas. Exige observar, mirar con atención lo que nos rodea. Para ser poeta hay que empezar poniendo atención. Invita, sobre todo, a leer. A uno le escribe: “Le pedimos…, no, no, no le pedimos, le rogamos…, no, no tampoco…, le imploramos que nos envíe textos escritos de manera legible.” Lo que recibía la redacción era un manuscrito con letra microscópica, llena de borrones y tachaduras. No podemos hacerle justicia a su texto, le respondía Szymborska porque los artistas de la impresión no han inventado aún caracteres tipográficos ilegibles. En cuanto esto ocurra, seguro juzgaremos con justicia sus textos.
No se toca el corazón con los cursis. A una estudiante de 19 años le pregunta si los versos cortesanos que ha escrito no provienen del álbum de recuerdos de su bisabuela. Hay que escribir con las palabras vivas. A otra le dice que, por los poemas que ha enviado, ha llegado a la conclusión de que está enamorada. “Alguien dijo que todos los enamorados son poetas. Pero probablemente era una exageración. Le deseamos todo tipo de éxitos en su vida personal.”
No cae nunca en la tentación de dar aliento: la experiencia literaria no tiene por qué conminar a la escritura. A quien busca consuelo después de haber sido rechazado, Szymborska le anticipa una larga y dichosa vida de lector desinteresado. Una existencia que debería darse el lujo de jamás pensar en la propia escritura. Otra le advierte que su novio la critica diciéndole que es demasiado guapa para escribir buena poesía. ¿Qué piensan de estos poemas que les mando? Creemos, le responde Szymborska a vuelta de correo, que usted es, efectivamente, guapísima. Alguien le pregunta cómo se llega a ser escritor. Así responde ella: “La pregunta que nos hace usted es muy delicada. Es como cuando un niño le pregunta a su madre cómo se hacen los niños y la madre le dice que se lo explicará más tarde, que está muy ocupada, y el niño empieza a insistir: ‘Entonces explícame, aunque solo sea cómo se hace la cabeza…’ A ver, intentemos también nosotros explicar, al menos, la cabeza: pues bien, hay que tener algo de talento.”
En esto reside seguramente el deleite de leer la poesía o la escritura casual de Szymborska: es tan exigente con la literatura como desconfiada de su superioridad. A mi hermana, dijo en algún poema, no le interesa la poesía. Pero cuando viaja me manda postales en las que me cuenta que, cuando regrese, me lo contará todo, todo…¨
Nikolaus Harnoncourt, el extraordinario director que ha muerto recientemente, estuvo muy lejos de aquella tradición del conductor autocrático que tiraniza a su orquesta. Colega de sus músicos, buscó junto a ellos las claves de la música antigua y la reciente. El único maestro que reconozco, dijo alguna vez, es mi peluquero. Fue, por supuesto, un gran maestro. Y lo fue en dos sentidos. Un director excepcional y un académico riguroso que nos enseñó a interpretar y a escuchar la música. Su huella está en el recuerdo de sus conciertos, en sus medio millar de grabaciones. Está también en su pedagogía, en su pensamiento, en su crítica al modo de acercarse a una partitura.
A mediados del siglo fundó Concentus Musicus, un grupo que cambiaría por siempre la manera de aproximarse a la música medieval y renacentista. El ensamble al que dio vida era más que un grupo de virtuosos. Era, en algún sentido, un colegio dedicado a rescatar música olvidada y a restaurar el brillo de una música adulterada por la ignorancia y los prejuicios del presente. Mucho le debemos en la recuperación de esos instrumentos que fueron siendo arriconados en los museos. Gracias a su exploracíón, revivieron las cuerdas y los alientos que tenían en mente Mozart y Haydn al componer Más importante que esa reincorporación de los instrumentos de época fue quizá su propuesta para tocarlos.
La intepretación de la música antigua llamaba al estudio de una cultura, a la comprensión de un lenguaje distinto al nuestro. Harnoncourt propuso un regreso al origen: no traer la obra al presente sino desplazarse a su cuna. Interpretar con fidelidad la obra era la mejor manera de imprimirle fuerza, dignidad, vida. Su ambición era acercarse, en la medida en que eso fuera posible, a la intención del compositor. Pero no era un siervo del pentagrama. Para descifrar los propósitos de las cantatas de Bach no era suficiente leer la partitura. Era necesario estudiar su vocabulario y las convenciones que gobernaban su escritura. El director no era un anticuario que creyera en la posibilidad de una fidelidad absoluta. Podría haber ejecuciones históricamente impecables y musicalmente muertas. Si hubiera que elegir, Harnoncourt no tenía duda: antes la vida de la música que la sorda lealtad a las notas. El erudito lo escribió así en La música como discurso sonoro, editado por Acantilado: “los conocimientos musicológicos no han de ser un fin en sí mismo, sino que únicamente han de poner a nuestro alcance los medios para una interpretación mejor pues, al fin y al cabo, una interpretación sólo será fiel a la obra cuando la reproduzca con belleza y claridad, y eso sólo es posible cuando se suman conocimiento y sentido de la responsabilidac con una profunda sensibilidad musical.”
En el discurso que pronunció al recibir en 1980 el Premio Erasmo defendió el valor de la música en nuestra vida. No creía en el arte como decorado de la vida sino como el lenguaje que la interrogaba hasta su raíz. Desde la Edad Media hasta la Revolución Francesa, dice, la música era un pilar de la cultura. Hoy se ha convertido en entretenimiento, ornato. Nunca habíamos tenido tanta música a nuestro alcance, nunca había ocupado un lugar tan irrelevante: un pequeño y breve adorno en nuestra vida. Rechazaba el retorno a la música antigua como un simple anhelo de belleza. Entendía que la belleza era sólo una de las dimensiones culturales de la música. La música cautiva, inquieta, conmueve. No es accesorio sino fundamento de la vida: “Todos necesitamos la música, concluía aquel discurso, sin ella no podemos vivir.”
Mucha razón tenía James Boswell al rechazar las definiciones habituales del hombre. Ni especialmente racional, ni tan dotado para la palabra y, desde luego, poco urbano. El hombre es, en realidad, un animal que cocina. Eso somos: animales empeñados en el aderezo de lo que comemos. Otros animales se comunican a su modo, muchos son gregarios, algunos fabrican instrumentos. Sólo el hombre dedica tiempo al condimento. En la cocina la imaginación transforma la necesidad en ceremonia. El alimento deja de ser subsistencia para convertirse en placer.
Anthony Bourdain era un cronista admirable de nuestro tiempo porque entendía precisamente el significado de los manjares. Conocer la comida de un lugar es entender a su gente. Cuando Anthony Bourdain recorría las ciudades del mundo en busca de cocinas, restoranes y comederos se zambullía en la cultura, en la política, en la historia. Gozosa antropología: el cocinero se aventura en los sabores, participa en los ritos del fuego, advierte los ritmos y las secuencias de lo platos, se adentra en la vitalidad de las tradiciones, escucha la leyenda de las recetas. No es la curiosidad por lo extraño, no es el morbo por lo extravagante, no es la fascinación con lo exquisito lo que lo movía sino lo contrario: la certeza de un paladar que nos hermana. Necesitaremos traductor de palabras pero no hace falta diccionario para compartir los placeres de la boca. La comida es lo que somos: nuestra tribu, nuestra biografía, nuestra fe, nuestras ilusiones, nuestra abuela.
El lavaplatos se convirtió en cocinero, el cocinero se convirtió en escritor y el escritor se convirtió en personaje de televisión. Después del éxito de su primer libro hizo de su fantasía irrealizable una propuesta televisiva. Quería comer por el mundo y quiso que alguien financiara su sueño. Para su sorpresa, el boleto llegó con un contrato para su primer programa. Habría de brincar el resto de su vida de continente en continente retratando a esa curiosa especie que se deleita con el olor y el sabor de los alimentos. Descubrió muy pronto que la forma para acceder a la intimidad era preguntarles lo elemental: ¿qué comida te hace feliz?, ¿cómo es tu vida? ¿qué te gusta comer? ¿qué disfrutas cocinar? Cuando alguien te sirve una sopa te está contando su historia, te está hablando de su mamá, de su infancia, de sus amores.
Odió la fama y quizá la suya terminó perdiéndolo. Odiaba la pedantería gastronómica, el frívolo culto a las estrellas del espectáculo culinario. Su genio para la televisión nacía seguramente de su desprecio por la televisión. Hizo lo que le dio la gana. No buscó el plato perfecto, la cocción exacta, el aroma sublime. Era un aventurero, no un esteta. Su fascinación era la autenticidad, la plenitud que aparece alrededor de las viandas, las puertas que se abren con la excitación de las papilas. No hizo catálogo de restoranes exquisitos sino de loncherías, puestos de mercado, locales en la calle, fondas pequeñas que logran culto. Lo que tocan sus programas es, sencillamente, la experiencia de vivir. Al primer aroma se activa un mundo de recuerdos y de vivencias. Genial narrador y retratista. Admirable guía por lo desconocido, el más eficaz embajador de todas las cocinas del planeta. Honesto, un segundo después de una carcajada absoluta, daba pistas de su fractura. La maravilla de de su personaje televisivo no eran los platos deliciosos que provocan saliva de inmediato sino esa combinación de osadía y entusiasmo; de humildad y gratitud; de alegría e inteligencia, de apertura y fraternidad.
HOLA ESTÁ INFORMACIÓN TE PUEDE INTERESAR.
SI ERES UNA PERSONA INTELIGENTE, CAPAZ Y TRABAJADORA, ERES HONRADO (A), QUE LLEGA TEMPRANO A SU TRABAJO Y SALES TARDE DE EL, QUE HACE COSAS MÁS ALLÁ DE LAS QUE TE CORRESPONDEN, SI TE GUSTA LO QUE HACES, PERO QUE AL MISMO TIEMPO TIENES UN JEFE O JEFA NEURÓTICO(A), QUE TE HUMILLA, GRITA, AMENAZA, TE CREA CHISMES, SE BURLAN DE TI, TE AISLAN DEL GRUPO, TE BAJA LA MORAL Y SIENTES QUE EN VEZ DE TRABAJAR VAS A LA GUERRA…
TE ACONSEJO LEAS UN POCO DE LA INFORMACIÓN, SOBRE EL TERMINO MOBBING, YA QUE NO HAY QUE DEJARSE NUNCA MÁS DE ESTAS PERSONAS QUE PERJUDICAN NUESTRAS ASPIRACIONES LABORALES Y PISOTEAN NUESTRA DIGNIDAD, HAY QUE SER MEJORES, POR FAVOR DENSE UNOS MINUTOS PARA LEER ÉSTO.
TAL VEZ LO CONSIDEREN UN POCO LARGO, PERO CREÁNME VALDRA LA PENA SABER ESO ANTES DE QUE NO HAYA MARCHA ATRÁS. GRACIAS
Hay una nueva denominación llamada MOBBING, que habla sobre la agresión picológica en el trabajo, por jefes y compañeros con personalidades perversas que pueden hacer insufribles las horas laborables.
¿Qué es el ‘mobbing’?
Acudir al trabajo puede significar para algunas personas llegar a un campo de batalla. Sufren tensiones de tal calibre que les parece que se adentran en una selva llena de peligros. En lugar de sentirse orgullosas de lo que hacen para ganarse la vida, sienten que van a librar una guerra, que siempre pierden. Y vuelven a su casa cada día más desanimadas, menos seguras de sí mismas.
Hay jefes y compañeros con personalidades perversas que pueden hacer insufribles las horas laborables. Si se tiene la mala suerte de padecer un ambiente intoxicado de rivalidad, enfrentamientos y descalificaciones, aparecen síntomas como insomnio, dolores de cabeza, de estómago y otras enfermedades que somatizan las graves dificultades por las que está pasando la persona afectada (disminución de defensas).
Siempre han existido ‘jefecillos’ odiosos, compañeros envidiosos y empleados ineptos que utilizan las relaciones laborales para solventar conflictos personales. Así, algunos llegan a crear un clima de Hostigamiento Labral = ‘psicoterror’ que acaba con la salud de los otros.
Minar la confianza
¿Puede sufrir cualquiera el ataque de un terrorista laboral? ¿Quién es la víctima más propicia del psicoterror?¿Quién es el agresor?
El acosador laboral es un perverso; la víctima, alguien que no sabe defenderse de forma adecuada. A veces es difícil responder a este tipo de personas, porque suelen utilizar maniobras complicadas de desenmascarar. El psicoterrorista rechaza la comunicación directa con la víctima del acoso y hace reproches hacia su carácter y críticas hacia su trabajo a través de intermediarios.
La desacredita por la espalda, intenta aislarla y destruir las alianzas que tenga con otros compañeros. Trata de minar su autoestima para después hacer que se sienta totalmente responsable de esa situación. La técnica que utiliza el perverso con su víctima es siempre la misma: le conduce a dudar de sí mismo a la mínima ocasión para anular sus defensas. La víctima de un acosador laboral puede llegar a estar tan confundida que acaba dándole la razón y le provoca sentimientos de gran desvalorización personal. El perverso no sólo persigue el poder, sino la utilización del otro como si fuese una marioneta. Coloca a su víctima en una situación de impotencia y después la destruye porque disfruta con ello. Las empresas utilizan, en muchas ocasiones, este modo perverso de actuar para librarse de aquéllos que les resultan incómodos. Al principio te hablan con buenas palabras pero por la espalda te dan las puñaladas, inventan cosas y obligan a la víctima a que haga cosas indebidas, usan tus problemas como una forma de manipulación, tales como piensa en tus hijos, tus rentas, tu futuro, te chantajean a tal grado que te vuelves su esclavo sin saberlo.
No es raro que busquen trabajadores independientes y con capacidad de decisión a los que, sin embargo, luego piden sumisión a un sinfín de acciones con las que no están de acuerdo, y siempre por el ‘bien de la empresa’. Sutil forma de chantaje, que muchas veces funciona por miedo a perder su puesto de trabajo o antigüedad.
El perfil psicológico de la víctima
La víctima suele tener rasgos opuestos a su acosador:
Es responsable y perfeccionista en su trabajo. Suele estar a disposición de la empresa, lo que apunta a una cierta forma de dependencia, es amable y tranquilo por Ende, ya que sus pensamientos están centrados en hacer el trabajo y su familia.
Es escrupuloso y tiene una marcada tendencia a sentirse culpable. Los acosados son personas que se sacrifican por los demás y se hacen responsables de más cosas de las que les corresponden. Su exagerada conciencia está ligada al miedo a fallar porque saben que es su trabajo y familia la que está de por medio.
· No es raro que el acosado tenga un sentimiento de inferioridad que le hace ser vulnerable ante un perverso. Posee una vitalidad que es la que vampiriza el perverso. Ataca su parte viva, dejándole sólo con la melancolía, y siempre sientiéndose mejor que la víctima y se aprovecha siempre de la necesidad de los que buscamos trabajo decente y bien hecho.
Perfil del acosador
El ‘psicoterrorista’ laboral:
El jefe o compañero de trabajo que acosa a un empleado tiene, las siguientes características personales:
Megalomanía: El acosador(a) se cree el punto de referencia del bien y del mal. A menudo, es moralizador: exhibe valores morales irreprochables (sabe actuar como si fueran unos santos), mientras descubre la maldad en los otros.
Falta de empatía: tiene una ausencia total de interés por los demás, aunque sí desea que los demás se interesen por él.
Vampirismo: el acosador laboral es también un vampiro pesimista; es envidioso e intenta apropiarse de lo que tienen los demás.
IRRESPONSABLE: atribuye a los demás sus propias dificultades y fracasos; así nunca es culpable de nada.
SOBRE TODO ESTO, TE PIDO QUE NO HAGAS LO QUE MILLONES DE PERSONAS HAN HECHO DURANTE AÑOS, SI UN JEFE TE TRATA ASÍ, NO EMPIECES A FALTAR, NO ARRUINES O MALTRATES TU LUGAR DE TRABAJO O PRODUCTOS, EVITA HABLAR A LA BUENA CON ESA PERSONA PUES NO ERES LA PRIMERA PERSONA QUE LO INTENTA, YA LO HAN HECHO MUCHOS Y HAN FALLADO, NO DIFAMES, NO CREES CHISMES, NO ROBES PERO SOBRE TODO, NO RENUNCIES Y EVITA QUE TE CORRAN Y NO PIENSEN EN VENGARSE, NO FUNCIONA.
SOBRE INFORMACIÓN ME ANTICIPO A COMENTARIOS HOSTILES A LOS QUE NO LES PARECE, COMO QUE SOY UN TRAUMADO, UN DÉBIL, UN PERDEDOR, ETC, NO IMPORTA SÉ QUE NO ES ASÍ, LO QUE SI IMPORTA ES NUESTRA DIGNIDAD, NUESTRA FAMILIA Y NUESTRO TRABAJO.
LO QUE SI DEBEMOS HACER DE INICIO ES COMENTAR A RH O A LOS DUEÑOS, SOBRE LO QUE PASA, SINO SUCEDE NADA Y TODO SIGUE IGUAL O TAL VEZ SEA PEOR, LA MEJOR OPCIÓN SIEMPRE VA A SER DEMANDAR LO MAS PRONTO POSIBLE, NO TENGAN MIEDO A LAS REPLESALÍAS, A QUE LOS CORRAN MENOS, BUSQUEN APOYO VERDADERO ENTRE COMPAÑEROS, SE QUE EL DINERO NOS LÍMITA MUCHO A HACER ESTAS COSAS PERO VALDRÁ LA PENA A FUTURO.
TENGAN EN CUENTA QUE EL JEFE ACOSADOR NO ES EL DUEÑO, NO ES ACCIONISTA, O AUNQUE DIGAN QUE ES EL CONSENTIDO DEL DUEÑO, NO IMPORTA, NO DEJA DE SER UN EMPLEADO, PORQUE SI DEJAMOS QUE ESTO SIGA SIENDO UN CIRCULO VICIOSO Y NO LO DETENEMOS, CREÁNME, SI RENUNCIAN ESTE JEFE NO LOS SEGUIRA, NO LO REGAÑARAN PORQUE TE HAYAS IDO Y MUY AL CONTRARIO TE ENTERARAS QUE LOS PREMIAN.
MIL VECES PEOR CUANDO BUSQUES TRABAJO, TE DIRAN QUE POR QUÉ TE SALÍSTE, POR QUÉ NO DURASTE MUCHO Y TENDRÁS QUE DECIR LA VERDAD O UNA MENTIRA QUE NO SABRÁS DECIR, Y NO TE DARÁN TAN FÁCIL EL TRABAJO PORQUE TE EMPEZARÁN A VER COMO INESTABLE, ASÍ QUE TODOS LOS QUE HAN RENUNCIADO POR ESTOS PROBLEMAS CON «JEFES» MALETAS Y PORQUE NO DECIRLO, COMPAÑEROS QUE TAMBIÉN LLEGAN A HACER LO MISMO Y PROVOCARAN QUE HAYA MILES EN LA CALLE BUSCANDO TRABAJO Y PROVOQUE MÁS Y MÁS DESEMPLEO. MEJOR QUE SE VAYA UNO Y NO MILES, PIENSALO DE FAVOR Y SI ERES, HAS SIDO VÍCTIMA DE ESTE SPICOTERROR, TE PIDO DE FAVOR QUE MANDES ESTE MENSAJE A LOS DEMÁS COMPAÑEROS PARA EVITAR EN EL FUTURO MÁS DE LO MISMO, Y SIN CHANTAJE LO DIGO: ES POR EL FUTURO Y BIENESTAR DE NUESTROS HIJOS -(AS).
ATTE: AMANT
Chucho:_
¿Por qué ya no publicas tus artículos de los lunes en tu blog? Yo no estoy suscrito al f’king Reforma.
A Chucho Silva o ya le da hueva hacer su blog (mensaje subliminal de esta foto), o es otra de esas vícitimas de terrorismo y acoso laboral (en el ITAM o en f’king Reforma), o se fue de voluntario a la campaña de Obama. Mejor lean al Oso Bruno, que está más mejor que nunca. (sí, «más mejor»)