Antonio Saborit rescata para Nexos una serie de notas que José Revueltas tomó de su viaje a la Unión Soviética. Moscú es el porvenir. Los azules indeterminados de sus casas, «muy próximos al llanto» lo muestran.
Por las calles, ríos de gente. Una gente que transcurre sin cesar, activa o pesadamente nutrida y llena de blancura. Pañuelos rojos y azules en las cabezas de las muchachas; brazos requemados por el sol; ligerísimos vestidos de verano, en exceso ligeros para nuestro proverbial temperamento latino. Un maravilloso descuido en el vestir (a esto no sé cómo le llamó Gide, deshaciéndose en lamentaciones convencionales).3 Encantadora arbitrariedad que todo lo permite sin el menor asombro: desde un sombrero a lo d’Artagnan hasta un inefable y graciosísimo gorro de Ucrania. La moda, ese intolerable y tiranizador cretinismo de nuestro mundo occidental, no puede existir en un país libre. Ése no es índice de miseria, como pretende Gide, simplemente es un síntoma de libertad, de superioridad de espíritu.
Una excelente referencia para justificarme.