David Remnick publica un artículo interesante en el New Yorker. Reconstruye los días previos al asesinato de Osama y resalta la sobriedad del anuncio presidencial. El editor del semanario encuentra en ese momento un símbolo elocuente de su estilo:
Como presidente, Obama ha mostrado cierto desprecio por lo emocional, por la frase memorable y el gesto teatral. (…) Para algunos, esa determinación de evitar lo vulgar y barato es una forma de superioridad, un recurso para mostrar que los demás son vulgares y baratos. Pero su seriedad es un antídoto bienvenido en una cultura infectada por el autoelogio, el engaño y la paranoia.
Y a una sociedad narcisista como la es la estadounidense.