Sexto piso publica un libro con dibujos de Kafka. "Mis dibujos, dice él mismo de sus garabatos, no son imágenes sino una escritura privada." El país muestra una selección de esa escritura.
Sexto piso publica un libro con dibujos de Kafka. "Mis dibujos, dice él mismo de sus garabatos, no son imágenes sino una escritura privada." El país muestra una selección de esa escritura.
Gracias a un trabajo de Fernanda Gutiérrez Amaros, regreso a este precioso ensayo de Alejandro Rossi.
Leer mal un texto es la cosa más fácil del mundo; la condición indispensable es no ser analfabeto. Una vez superada esa etapa, más cívica que intelectual, las posibilidades que se ofrecen para desmantelar, tergiversar e interpretar erróneamente una frase, una página, un ensayo o un libro son, no diré infinitas, pero sí numerosísimas. No pretendo ni agotarlas ni clasificarlas, tareas destinadas a eruditos pacíficos o a hombres seguramente geniales. Me conformo con enumerar algunas variedades exponiéndolas no por su rareza sino por su recurrencia. Nada de cisnes negros o tréboles extraños; más bien perros callejeros que trotan en grupo.
Abundan, por ejemplo, quienes reducen la lectura a la búsqueda nerviosa de la "conclusión", único sitio en el que se detienen, señalándola, por lo general, con algunas rayas victoriosas. La idea subyacente debe ser sin duda la de que todo el resto es un simulacro de argumentaciones y pruebas, una hojarasca inútil sin ninguna conexión con el final. Como su fuésemos las víctimas de un ritual tedioso que obliga a escribir páginas y más páginas antes de llegar a las cinco o seis frases esenciales. por consiguiente, sólo los ingenuos o los primerizos pierden el tiempo leyendo cuidadosamente todas y cada una de las palabras, sólo ellos postulan la quimera de que la conclusión se apoya en alguna otra parte. Almas blancas que deletrean con cuidado, tenerosas de saltarse un renglón. El texto -déjense de cuentos- no es una estructura verbal compleja e interdependiente; es una mera excusa para introducir el parágrafo clave. Imagino que esta visión degradada de la lectura es la propia de quien está forzado a consumir la prosa burocrática, los innumerables informes, los proyectos, las disculpas, las peticiones. En ese remolino de letras quiza no haya otra manera de sobrevivir. Unos más, otros menos, todos hemos remado en esa galera y todos aprendimos a utilizar el famoso lápiz rojo. El desastre sobreviene cuando esos hábitos no son conscientes y actúan sobre un escrito que no se propone pedir un aumento o solicitar un préstamo o esbozar la solución de aquel problema tan espeluznante y tan urgente. Cuando eso sucede, se practica una lectura primitiva e injusta, disfrazada de eficacia y malicia y cuyo resultado es una triste comedia de equivocaciones, sorpresas y altanerías. Lectores mediocres para quienes el universo es una oficina y una página es un oficio.
Sr. Director:
Con relación al artículo de Jesús Silva-Herzog Márquez
aparecido en la edición de este lunes 13 en la página 12 con el título Cátedras de impunidad, me permito
formular las siguientes precisiones:
1.- El texto omite que la Universidad Nacional informó, el
pasado 23 de abril, que el Tribunal Universitario dictaminó la expulsión
definitiva de cinco alumnos; la suspensión en sus derechos por un año en dos
casos; la suspensión de seis meses en uno más; la suspensión de tres meses en
otro, y la amonestación a dos.
2.- En el artículo tampoco se hace alusión a que el Abogado
General presentó, amplió y ratificó, el pasado 24 de abril, la denuncia penal
contra quien o quienes resulten responsables por la ocupación ilegal de la Torre de Rectoría.
3.- Con estas acciones, la Universidad busca que este asunto
no quede impune.
Atentamente
Enrique
Balp Díaz,
Director
General de
Comunicación
Social
de la UNAM
Newstatesman invitó a Rowen Williams, arzobispo de Canterbury, a ser el editor invitado de su edición más reciente. (¿Alguien se imagina al obispo de Ecatepec editando un número de Letras Libres?) En su artículo se lanza contra las políticas de la coalición que gobierna la Gran Bretaña. Entrevista también al canciller británico. En la misma edición, Philip Pullman se describe como un ateo anglicano y relata lo que a la iglesia anglicana debe. (Los artículos todavía no están abiertos para su lectura)
Puede escucharse aquí a Vladimir Nabokov leyendo el poema que le escribió a su juventud. Enseguida la traducción al español de Macarena Carvajal para Pre-Textos.
Así lo creíamos
Nosotros creíamos tanto en el vínculo de la existencia,
pero ahora, miro hacia atrás y, sorprendentemente,
me pareces, juventud mía, que por tu colorido
no me perteneces y por tus rasgos no eres válida.
Si se piensa, es como si la bruma de las olas
se encontrara entre tú y yo, entre encallar y hundirse;
o como ver una línea de postes y a ti de espaldas,
en bicicleta, yendo directamente hacia el ocaso.
Tú no eres yo hace mucho tiempo, eres un esbozo,
el héroe de cada primer capítulo, pero cuántos años
creíamos en la continuidad del camino, desde el húmedo valle
hasta el alto brezo.
Ramón Xirau se apropió de una línea del Cántico de Jorge Guillén:
Soy, más: estoy, respiro.
Cuatro palabras, cada una de ellas hilada a la otra con un signo. Xirau las sentía suyas: la nuez de su pensamiento. Por eso regresaba una y otra vez a ellas. Nuestro idioma nos ofrece un privilegio que no tienen todas las lenguas para apreciar la condición humana. Ser no es estar. Más que ser en el mundo, estamos en él. Serán las piedras, nosotros solo estamos. “El soy, dice Xirau, es una asfixia; el estoy es respiración.”
Xirau escribiría poesía en catalán y la filosofía en español pero tenía bien claro que las dos hermanas iban en busca de lo mismo. Poesía y filosofía eran dos formas de habitar el mundo, dos caminos hacia el asombro de lo sagrado. Su manual de historia de filosofía, más que una historia, es una invitación a filosofar. La filosofía, “encuentro con la verdad” era, para él, “una cuestión de vida.” Más que eso: “una cuestión de supervivencia más allá de la vida.” Dice bien Julio Hubard que Xirau no exponía el pensamiento de los filósofos sino que pensaba con ellos, desde ellos, quizá. “Cuando se dilata con Hegel, es un hegeliano; cuando con Platón, platónico.” El maestro no trasmite pensamiento, lo hospeda. La poesía, la más intuitiva de las hermanas, la que brota sin aviso era para Xirau la hermana mayor. La poesía iba siempre un brinco adelante porque la captación poética entreveía sin reflexión el sentido profundo de la existencia. Después vendría el reposo de la reflexión. La poesía palpa el sentido del tiempo, es decir, de la muerte. Vivir es ir muriendo, decía de la mano de Pere March, un poeta valenciano medieval:
En cuanto se nace se empieza a morir
y muriendo, se crece y creciendo, se muere de continuo,
que ni un momento se deja de hacer vía
ni para comer, ni yacer, ni dormir.
A este crecer muriendo dedicó ensayos luminosos. Nuestro tiempo no es el presente sino la presencia. Durante su estancia en el mundo, el hombre contempla, comprende, siente. Estar presente es entrar en contacto con las maravillas del mundo: nombrarlas. Fugaz es la caricia del mundo. “Tiempo continuadamente nuestro, en nuestra estancia en el mundo, la presencia es constantemente un ahora, atento al mundo, atento a los demás, atento al Otro, a los dioses, a la divinidad.” Sus poemas están llenos de música, de aire, de naranjas y de ríos, es decir, de pájaros.
Xirau es puente, dijo Octavio Paz. Una tabla para cruzar la brecha de las generaciones, de los continentes, de las lenguas, de los saberes. Poesía y filosofía eran rutas para el encuentro con el mundo, lo humano y lo sagrado. Ciudades y ríos, árboles y viajes, cuadros y música aparecen constantemente en su poesía. “Conocer es, al mismo tiempo, percibir, sentir, nacer con el mundo, con los otros, con el otro. ¿No decía Claudel—preguntaba Xirau—que el conocimiento es co-naissance?” Conocer es conacer.
Me pasa el río que pasa
y yo soy este río
si la ventana abierta
hace contagio de ojos y de aguas.
No es ciencia ficción. Cada uno de los cinco capítulos de la serie se vive como una película de terror. Es una historia apocalíptica que se ubica en un pasado que algunos podríamos reconocer como propio. Hace poco más de treinta años, el 26 de abril de 1986, ocurrió el peor desastre nuclear de la historia. HBO ha trasmitido la historia de la catástrofe de Chernóbil que es menos una falla de la ingeniería que una consecuencia del despotismo. La serie no es una condena de la arrogancia científica, de esa transgresión que supone el juego de las partículas. Es, más bien, la denuncia de un régimen basado en el ocultamiento y en la supresión de la crítica. El totalitarismo no es solamente la abolición de la libertad, es también una tecnología del desastre. El uranio puede ser domesticado. Pero cuando el miedo y la mentira se filtran al cerebro de un rector nuclear, se cocina una tragedia.
La serie es desigual. Por una parte, es admirable en su retrato de los horrores que provoca esa bomba desbocada que nadie sabe cómo calmar. Sus imágenes capturan el veneno mortal e imperceptible que esparce la muerte como si fuera una nevada apacible y, al mismo tiempo, nos muestra la ferocidad de esas radiaciones que despellejan. La serie escrita por Craig Mazin y dirigida por Johan Renck es eficaz para trasmitir el pánico ante una hecatombe que perfora la piel. Muerte a dos ritmos: la instantánea calcinación y la paciente degeneración celular.
La conmovedora fotografía y la estrujante cinta musical contrasta con la torpeza de un libreto que rinde homenaje a todos los lugares comunes. Se entiende que una representación necesita tomarse sus licencias, pero en el caso de esta serie, los permisos atentan, no solamente contra con la verosimilitud del relato, sino contra el mensaje mismo que se pretende trasmitir. Chernóbil está repleta de escenas y diálogos que hemos visto mil veces. La heroína que vence el miedo para desafiar al poder. El paladín que vence mil obstáculos para colocarse en el epicentro de la historia. El científico que ama la verdad y lo arriesga todo por defenderla. El jurado que escucha sorprendido la valentía de quien rompe todos los instructivos de la conveniencia. El suicida que trasmite su mensaje después de la muerte. Un evento único en la historia de la humanidad se convierte en un relato trillado.
La mejor lectura que he visto sobre la serie es la de Masha Gessen, en el New Yorker. Gessen reconoce la recreación de la “cultura material” de la Unión Soviética en la producción de HBO. La ropa, los teléfonos, la decoración de hoteles y apartamentos viene directamente de esos tiempos. El problema es que los personajes y sus diálogos no corresponden al régimen en el que actúan. Incapaz de retratar la cultura de la sumisión y de la lealtad, el libretista de ¿Qué pasó ayer? Partes 2 y 3, sigue las pistas de una película de desastre: un puñado de héroes sabios y valientes salvan al mundo de la perversidad de unos cuantos ambiciosos. La película sucumbe ante el lugar común porque no encuentra la imagen ni el estatuto verbal de un régimen que impone culto a la mentira, premia al dócil y extirpa cualquier resorte de individualidad.
No hay arte más político que la arquitectura. La arquitectura es el único arte que moldea directa, físicamente el entorno humano. No es una mancha en el papel ni un arreglo de sonidos fugaces, sino el levantamiento de un bloque permanente que nos envuelve. Por eso es, entre todas las artes, el emisario más perfecto del poder. El arquitecto ofrece al gobernante servicios que nadie más puede prestarle: demuestra los poderes de la voluntad, condensa una ideología en formas visibles, alimenta el orgullo colectivo; intimida; sacraliza y consagra al prócer. El arquitecto cincela identidad, enaltece al poderoso y convoca a la sumisión. Sus recursos pueden ser, efectivamente, la representación más elocuente de esa ambición de controlar la historia y demostrar que el Estado es capaz de rehacer el mundo.
Dictaduras y repúblicas han entendido el poder de la arquitectura. Todo régimen político necesita expresarse visualmente: requiere continentes y volúmenes; precisa símbolos y ritos. Y porque la continuidad de una nación aspira a alguna trascendencia, también requiere templos. Sitios revestidos de alguna solemnidad para la escenificación de las ceremonias de renovación y de cambio. José Miguel González Salazar y Axel Arañó han coordinado un libro extraordinario que ofrece una formidable lección sobre las conexiones entre el arte y el poder; un elocuente testimonio del diálogo entre el Estado y la creación arquitectónica. O, podría decirse, más directamente: un aviso del atasco político y la esterilidad plástica. Se titula Arquitectura parlamentaria en México. Dos siglos de recintos para el diálogo.
El libro es un trabajo monumental y una edición exquisita. Se conectan en sus páginas el apunte teóricos, reflexiones políticas y análisis comparativos. Deyan Sudjic, el autor de The Edifice Complex , colabora con una pieza inédita sobre el sitio de la arquitectura parlamentaria. José Miguel González Salazar recorre la historia de las asambleas desde la antigua Atenas hasta la imaginación de George Lucas. Fernando Zertuche reconstruye la historia de México a partir de los recintos parlamentarios. Finalmente, Axel Arañó examina puntualmente cada uno de los edificios parlamentarios de México: las dos sedes federales y las 32 asambleas locales. El contraste entre la calidad de la edición y el material expuesto en esta última parte es asombroso. Al retratar cada una de los congresos, el libro integra una elocuente colección de horrores arquitectónicos.
La arquitectura parlamentaria mexicana es francamente anodina, una arquitectura carente de personalidad. Se trata de una arquitectura que no vive con frescura su tradición ni con naturalidad el tiempo presente. Neocolonialismo helado y modernidad de centro comercial. El Congreso del estado de Chihuahua, siendo el más reciente, retrata la improvisación. El diseño original del congreso lo hizo Mario Pani paraun conjunto de oficinas privadas. Después, parte del edificio se empleó como hotel. Finalmente, se adaptó para recibir a los legisladores del estado de Chihuahua. El congreso de Campeche es una nave espacial, un sándwich, un par de platos encimados, una mala imitación de un mal remedo de Niemeyer. El congreso de Durango fue construido en un semestre para despedir, como se lo merecía, el gobernador en turno. Quizá la mayor atrocidad arquitectónica sea obra de un gobernador … arquitecto. El gobernador de Hidalgo, el arquitecto Guillermo Rossell de la Lama decidió la construcción de un edificio para el congreso del estado. El proyecto de la obra lo diseñaron dos integrantes del gabinete del señor gobernador. El congreso es una fortaleza de piedra enclavada en una explanada denominada “Plaza del Nacionalismo Revolucionario” donde los pedestales duplican en altura las estatuas que sostienen y donde un mural de la peor factura imaginable, presenta a los héroes de la independencia y de la revolución con ojos desorbitados. Se trata de una plaza que, como bien nos recuerda Axel Arañó, ¡no tiene acceso público! La fachada son dos inmensas grapas de piedra; la plaza, un espacio muerto. Después de recorrer el estudio pormenorizado de Axel Arañó, el subtítulo parece, una broma. Estos no son recintos del diálogo. Si algo enseña este libro es precisamente esa ausencia: el país carece de espacios para la deliberación.
La monstruosidad arquitectónica de San Lázaro es buen símbolo del régimen hegemónico que celebraba. Más que culminación de la arquitectura nacionalista, se trata de una muestra de arquitectura fascista. Lo es por las dimensiones del edificio, la solidez impenetrable de lo pétreo; la sacralización de lo nacional, la disposición reverencial del auditorio. El presidencialismo retratado en su ambición, en su poder y en su mal gusto.
El más lúcido politólogo de mi generación tuvo el acierto de calificar nuestra democracia como tonta. Después de recorrer el libro de nuestra arquitectura parlamentaria, quisiera agregar otro adjetivo: tenemos una democracia horrible.
Desde hace unos quince
años John Brockman, un inquieto promotor de la cultura, un empresario
intelectual, organiza una extraña fiesta decembrina. Brockman, de quien se ha
dicho que es una de las grandes enzimas intelectuales de nuestro tiempo, no
reúne a su familia para cenar pavo o abrir los regalos de Santaclós. Invita a
algunas de las mentes más brillantes del mundo a reunirse virtualmente en
edge.org, su página de intenet, para contestar una pregunta provocadora. La
fiesta es la conversación que se teje a partir de las respuestas. El festejo
anual de edge es un puente entre aquellas dos culturas que se ignoran. Las
artes y las ciencias compartiendo el manjar de una buena pregunta. Entre sus
invitados habituales puede encontrase a Steven Pinker, Richard Dawkins, Craig
Venter, Brian Eno, Daniel Dennet, Samuel Harris. Sí, poca diversidad. Muchos
hombres ingleses o norteamericanos—pero, a fin de cuentas, un grupo con cosas
que decir.
Las preguntas han sido
particularmente agudas. Interrogantes misteriosas o perturbadoras. ¿Cuál es tu
idea peligrosa?, ¿En qué has cambiado de opinión?, ¿En qué crees que no puedes
probar?, ¿Qué nos puede hacer más listos?, ¿Ha cambiado internet la manera en que
piensas?, ¿En qué eres optimista? La pregunta más reciente de edge es ¿de qué
deberíamos preocuparnos?
En estos momentos hay
algo que conspira silenciosamente contra nosotros. Peligros inadvertidos,
amenazas que nadie atiende. El variado grupo de científicos, tecnólogos y
expertos en las más extravagantes disciplinas se reúne en esta página para
compartir sus angustias. Claro, no faltan los listos que reflexionan sobre la
preocupación. Una preocupación, puede leerse por ahí, es una inversión en
recursos cognitivos atada a emociones del espectro de la ansiedad dirigidas a
la solución de un problema específico. Toda preocupación es costosa, agrega
Stan Sperber—como también lo puede ser el no preocuparse. La preocupación no es
una carga; es un regalo, dice el neurocientífico Robert Provine: un tipo de
pensamiento y de memoria que ha evolucionado para darle dirección a la vida y
protegerla del peligro.
Si nos fastidia la
tranquilidad o estamos hartos de las preocupaciones obvias, podemos encontrar
en la página de edge una buena dosis de preocupaciones insospechadas y
nutritivas. Preocupémonos pues de terribles virus mutantes, de la eugenesia
china, la espantosa epidemias de gordos, los rayos gama, asteroides
devastadores, oscilaciones solares, la devaluación de la palabra escrita, la
apatía, los prejuicios de google, el fascismo tecnológico, la marginación
informática, el creciente déficit de nuestra paciencia, el envejecimiento del
planeta, la homogeneización del mundo, la erradicación de la muerte, la
expansión del universo, el antiintelectualismo que arrincona a la ciencia, el
crimen apoderándose de los Estados, la incompatibilidad del desarrollo
científico con los procesos democráticos, el derroche de las fantásticas
oportunidades que nos ofrece la tecnología, la desaparición del espacio
público, la desconexión humana, la perpetua conexión virtual, la brecha entre
la comprensión y la información, la pérdida de contacto con nuestro propio
cuerpo, la proliferación de la pseudociencia, la creciente torpeza de nuestras
manos, el solipsismo informático, el fin de la privacía, la amnesia colectiva,
la pérdida del deseo sexual, la explosión de nuesvas drogas, las supersticiones
viejas y nuevas, los límites de la democracia, la muerte de la diversidad
cultural, la inextinguible estupidez, el estancamiento económico del planeta,
nuestra inmortalidad digital, la inestabilidad genómica.
A preocuparse también
se aprende.
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Chucho:
Me gusta mucho tu blog, pero soy de la pelea pasada y no uso facebook, ni twitter, ni nada parecido. Cómo le hago para tener tu vieja dirección electrónica, si es que la conservas. Entre otras cosas, tengo que decirte que tu artículo de ayer me pareció de una abosulta validez. Un abrazo. Marco
http://www.cat-boots.org/
Sus dibujos son demasiado expresivos me encantan!
esto si es arte no hay vulta de hoja