Amartya Sen dictó recientemente una conferencia en la London School of Economics organizada por la revista Prospect. Su tema: la pobreza y la tolerancia de lo intolerable. Aquí puede escucharse completa:
Amartya Sen dictó recientemente una conferencia en la London School of Economics organizada por la revista Prospect. Su tema: la pobreza y la tolerancia de lo intolerable. Aquí puede escucharse completa:
El economista Dani Rodrik publica una nota sobre la desigualdad. Se ha roto la creencia de que la igualdad lastima la eficiencia económica. Estudios recientes del FMI apuntan que una mayor igualdad estimula el crecimiento a medio plazo
Es positivo que los economistas hayan dejado de considerar una ley de hierro la disyuntiva entre igualdad y eficiencia. No debemos invertir el error y concluir que una mayor igualdad y unos resultados económicos mejores van siempre unidos. Al fin y al cabo, en economía sólo hay, en realidad, una verdad universal: depende.
Un estudio reciente de la OECD parece confirmar esa tesis: la desigualdad inhibe el crecimiento:
Thomas Piketty, el autor del libro de Economía más comentado en muchas décadas, encabeza hoy a un grupo de académicos franceses (entre los que reconozco a Pierre Ronsanvallon) que firman un Manifiesto para Europa que ha publicado The Guardian pidiendo una nueva arquitectura institucional para la zona euro.
Es tiempo de reconocer que las instituciones europeas son disfuncionales y necesitan ser reconstruidas. El punto central es sencillo: las autoridades democráticas deben ser recuperar el control y regular el capitalismo globalizado del siglo XXI.
La conversación de Philip Seymour Hoffman con Simon Critchley ha servido como base de este corto animado:
Tony Judt publica un artículo en el New York Times sobre el torneo de clichés que genera Israel (ahora se publica en El país). Imposible discutir el Medio Oriente sin recurrir a las acusaciones gastadas y las defensas rituales. Hace falta limpiar la casa, dice Judt. Salir, por ejemplo, de la trampa que sugiere que cualquier crítica al gobierno israelí es antisemita: seguir esa línea terminará desfundando la denuncia de prejucios reales.
Mary Beard ve una fotografía de Rihanna en instagram. Es una imagen de la cantante en un cuarto de planchado. Lleva lentes oscuros y la pierna descubierta. La estampa con millones de likes lleva de inmediato a Beard a pensar … en Livia Drusilla, esposa del emperador Augusto, sobrina de Julio César tejiendo en la sala de su casa. Imposible para ella ver sin recordar los siglos, sin repasar instintivamente piezas de mil archivos, pasajes de historia y literatura. Ambas imágenes, dice, producen el mismo desconcierto. Dos mujeres poderosas simulando intervenciones ordinarias. Ni Rihanna plancha su ropa ni Livia teje la suya. ¿Se acercan a nosotros con esas poses o se ríen a costa nuestra? ¿Cómo vemos estas imágenes? ¿Qué nos provocan? ¿En qué las traducimos? ¿Cómo nos transforman?
Al ver instagram o la cerámica de la Grecia Antigua, la clasicista no se detiene en examinar las intenciones del creador. Le intriga la forma en que, a lo largo del tiempo, nos hemos acercado al arte. ¿Que han significado las representaciones de la humanidad y lo divino para las sociedades que han convivido con ellas? ¿Qué significan para quienes las han convertido en utensilio o en objeto de devoción? Su punto de partida es la idea de que la historia del arte es la historia de la mirada. Su libro más reciente aborda el asunto. Cómo miramos. El cuerpo, lo divino y la cuestión de la civilización, es el título del libro publicado este año por Norton. Se trata de las notas de su participación en la serie televisiva Civilizaciones que, junto con Simon Schama y David Olusoga, condujo para la BBC. La serie, que enfatiza explícitamente el plural en el título y el plural en los conductores, es una propuesta de repensar lo que se difundía en aquella serie de fines de los setenta conducida por Kenneth Clark y que asumía, sin asomo de duda, la superioridad espiritual de Occidente.
Mary Beard contempla mármoles romanos, tumbas egipcias, vasijas griegas, estatuas chinas, templos en Camboya. Pasea por Sevilla en Semana Santa, entra en mezquitas en Estambul, acaricia relieves. Su recorrido inicia en Tabasco, frente a las cabezas olmecas. Le intriga el tamaño, el peso, la expresión de esos rostros imponentes. Los olmecas, advierte, nos dieron pocas claves para descifrar a quién pertenece el rostro, qué hace ahí, qué significaba para quienes lo encontraban día a día en su recorrido habitual. A decir verdad, la pregunta no puede tener respuesta. Es imposible ver como otros vieron. Imposible insertarse los ojos de otras culturas, de otras civilizaciones. Si la historiadora no puede desentenderse de su erudición, nadie puede desprenderse de la membrana cultural y política que constriñe nuestra observación.
No hay mirada inocente. El ojo acata un código. A descifrar ese estatuto estético y, sobre todo, político, se dedica Beard en este ensayo que aborda el sitio del cuerpo y de la fe en las representaciones artísticas. Se trata una biografía parcial y emocionada del deseo, de la virtud y de la devoción. También de la opresión, el abuso, el desprecio. La barbarie, nos dice Mary Beard no está afuera de la civilización. Suele estar tan adentro, que ni siquiera se percibe. Si en su ensayo previo nos invitó a oír la voz de la mujer, ahora nos convoca a pensar en la mirada femenina.
Unas horas después de enterrar a su madre, Roland Barthes se preguntaba por qué no se hablaba de ese momento único y terrible. El escritor había vivido más de sesenta años a su lado y de pronto sentía su ausencia como una sordera perfectamente bien localizada. Su oìdo oía el ruido de los coches, y el rechinar de las puertas pero no podía escuchar esa voz que conocía a la perfección. Si se habla todo el tiempo de la primera noche de bodas, ¿Por qué no se registra en nuestro lenguaje común la primera noche del duelo? La luna del luto. Desde aquel momento, Barthes empezó a recoger apuntes en tarjetas sueltas sobre el vacío de su madre. La muerte le robaba cualquier otro tema. No podía escribir más que del "atroz país del duelo," pero a nadie podía compartir sus manuscritos. El enterrador del escritor entregado a la más íntima de las escrituras.
Existe una traducción al español de esas fichas, pero yo las he descubierto por la versión
que el New Yorker acaba de publicar. Son líneas que despuntan entre silencios dolorosos. Barthes escribe con miedo de hacer literatura del dolor pero convencido, al mismo tiempo, que el sufrimiento es fuente de la literatura. Cada uno tiene su ritmo de sufrir. La experiencia puede ser una de las más intensas en la vida de un ser humano pero no deja de ser inestable, como cualquier otra emoción. Una palpitación intensa pero irregular. Lo más desconcertante del duelo es precisamente su carácter discontinuo: el pesar se entrelaza con un extraño despertar, el brote de una nueva percepción, la reinvención del futuro. El golpe, por ejemplo, afina el tacto del doliente. Barthes se descubre de repente en la calle apreciando como nunca la belleza y la fealdad de los paseantes. La luz de los eclipses.
Barthes reflexiona sobre la sombra de la muerte en el sobreviviente y las palabras que nombran esa nube. Inconstancia de sensaciones, ambigüedad del lenguaje. En la literatura de Barthes, las cosas y las palabras forman parte de un mismo universo de comunicación: los sustantivos y los verbos, el vino y los detergentes hablan. En la frase "Ella ya no está sufriendo", ¿a qué, a quién alude la palabra "ella"? ¿Qué sentido tiene el gerundio de la oración? “Duelo” le parece una palabra psicoanalítica. No estoy en duelo, dice, sufro. Desesperación es un término teatral: una piedra. En una tarjeta fechada el 11 de noviembre de 1977 define perfectamente la experiencia de la soledad. La soledad es no tener a nadie en casa a quien avisarle que regresas a las 7.00; nadie a quien decirle "ya llegué." Pero esa soledad es sobrevivencia y, en algún sentido, renacimiento. Barthes se pregunta si esa capacidad de vivir sin alguien significa que la amabas menos de lo que pensabas. Pero el sobreviviente no queda indemne–mucho menos fortalecido. Pensé que la muerte de mi madre me haría más fuerte pero en realidad he quedado aún más frágil, en estado de abandono. Ahora que mamá murió, apunta, tengo a la muerte frente a mí. Sólo el tiempo me separa de ella.
En una tarjeta apunta:
–¡Nunca más, nunca más!
– Y, sin embargo, ahí hay una contradicción: el "nunca más" no es eterno porque morirás un día.
–"Nunca más" es la expresión de un inmortal.
Sartre, Glucksmann, Aron
André Glucksmann murió el lunes previo a los ataques parisinos. Dedicó buena parte de su vida a luchar contra esas abominaciones. No dudó en definir la cuestión de nuestro tiempo como la guerra entre la civilización y el nihilismo. Leerlo tras la matanza reciente adquiere otro sentido. En Occidente contra occidente (Taurus, 2004) describió al enemigo como un adversario disperso y amorfo pero no menos terrible que las peores tiranías del siglo XX. “Hitler ha muerto, Stalin está enterrado, pero proliferan los exterminadores.”
Radical en el 68, brevemente maoista, se convirtió pronto a la causa antitotalitaria. No dudó en renegar de sus convicciones previas y aliarse a los monstruos de su juventud. Votó por Sarkozy, apoyó la invasión de Irak. Si fue un traidor lo fue con orgullo. Es cierto: no dudó en romper sus apegos para defender a los balseros de Vientam, a los chechenos, a los gitanos, a los musulmanes que son las primeras víctimas del fanatismo. Traidor porque nunca aceptó el compromiso con la idea previa como excusa para ignorar la realidad. Intelectual es quien acepta la soberanía de la reflexión sobre los chantajes de la lealtad. Oficio de soledad. Desde 1975 había roto con el marxismo con un ensayo al que tituló La cocinera y el devorador de hombres. Cualquiera (hasta una cocinera) gobernaría bien si siguiera los principios del comunimo, llegó a decir Lenin—sin mucha aprecio por los cocineros. Los platillos que salen de esa estufa, respondería Gluckmann, son intragables. Fiel a su recetario, el chef prepara trocitos de carne humana.
¿Cómo debe traducirse a Sófocles cuando lamenta la condición humana? “¡Cuántos espantos! ¡Nada es más terrorífico que el hombre!” Mientras Lacan cambia “terrorífico” por “formidable,” Hölderlin elige “monstruoso.” Glucksmann quizá diría “estúpido.” Nada tan estúpido como el hombre. A la estupidez dedicó un ensayo donde afirma que el hombre es el único animal capaz de convertirse en imbécil. Vio en la estupidez el principio creativo de la nueva política. No era una simple ausencia de juicio, sino una ausencia decidida, orgullosa, conquistadora. Una estupidez arrogante. Gracias a ella, nuestra cultura se empeña en cegarse. Cerrar los ojos voluntariamente, desear el olvido, negar lo evidente. En Jacques Maritain encontró la palabra pertinente: excogitar. Se refería al anhelo disciplinado y tenaz de arrancarnos los ojos. Decidir no pensar, no ver. Apostar por la ignorancia. Todos somos más o menos miopes, pero hace falta esfuerzo y tribu para cancelar el deber de confrontar lo evidente. A eso invitaba Glucksmann, el pesimista.
No fue un pacifista. “Quien se niega a emprender una guerra que no puede evitar, la pierde.” Había que encarar el conflicto y reconocer el peligro. El crimen en Alemania fue ser judío. El crimen hoy es estar vivo. Los fanáticos creen que todo les está permitido y deciden permitírselo: volar un rascacielos, explotar un avión, destruir cuidades milenarias, masacrar a quien sea. Los nihilistas encuentran sentido solamente en la destrucción, en la muerte, en el exterminio. Citaba una terrible línea de Nietzsche: “Mejor querer la nada que no querer nada.”
Glucksmann vio su vida como la prolongación de un berrinche infantil. Al finalizar la guerra, el niño judío se resistió, gritos y pataletas, a unirse al festejo. Sabía desde entonces que el baile proponía el olvido. A no olvidar, a temer, a hacer frente, se dedicó desde esa rabieta.
D | L | M | X | J | V | S |
---|---|---|---|---|---|---|
« Feb | ||||||
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | |
7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 |
14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 |
21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 |
28 | 29 | 30 | 31 |