No hay muchos libros que sean capaces de mantener viva una controversia por medio siglo. El reportaje filosófico de Hannah Arendt sobre el juicio a Eichmann es uno de esos libros cuya lectura sigue agitando discusiones apasionadas. La interesante sección que el New York Times ha abierto recientemente a la controversia alrededor de los libros examina las razones de esta añeja polémica. Adam Kirsh cree que el combustible es el tono de Arendt: frío, distante, pasmosamente racional. Rivka Galchen advierte que lo intolerable del ensayo es que Arendt convierte al genocida en una figura ridícula, risible. Eso es lo intolerable, dice.