El mejor comercial de papas de la historia. Vía @troglotrópodo
El mejor comercial de papas de la historia. Vía @troglotrópodo
Pablo Mijangos me comunica la triste noticia de la muerte de Charles Hale, el gran historiador del liberalismo mexicano. No he visto ningún diario de nuestro país que haya registrado el deceso. El Star de Minneapolis dice en su obituario: "Charles Hale was a humble history professor from Minnesota who quietly wrote books and conducted research on arcane topics unfamiliar to most Americans." Los asuntos secretos son, ni más ni menos, la columna vertebral de nuestro pensamiento. Imposible entender nuestro primer siglo sin sus contribuciones a la historia de las ideas liberales. Apenas hace unas semanas, Stanford University Press publicaba la conclusión de su trilogía liberal: Emilio Rabasa and the Survival of Porfirian Liberalism: the Man, his Career, and his Ideas, 1856-1930 .
La revista 3AM publica una entrevista con el historiador Quentin Skinner. La conversación permite a Skinner exponer con claridad su reconstrucción de la idea neorromana de la libertad que explora en textos como La libertad antes del liberalismo y que ahora conecta con el teatro de Shakespeare y con la teoría política de Marx.
Algo más de Skinner en el blog
Arthur C. Danto, autor del famoso ensayo After the End of Art, escribe en el New York Times sobre la obra de Marina Abramovic. En estos días termina su exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En la pieza central ella se sienta en una silla durante todo el día. En frente hay una silla vacía que cualquiera puede ocupar. Hay gente que dura unos minutos, otros se quedan mirándola durante horas. "Emoción palpable."
Fotografía de Alberto Cristofari
Wislawa Szymborska levanta la cabeza y ve las nubes. Cosas extrañas, caprichosas, indiferentes. Flotarán por lo alto pero no son siquiera testigos de lo que sucede abajo porque les falta la elemental tenacidad del curioso. Una nube es, en una milésima de segundo, otra nube. Viéndolas tan distantes, tan caprichosas, descubre parentesco en las piedras que, como nosotros, tienen los pies sobre la tierra.
Wislawa Szymborska toma una piedra y habla con ella. Soy curiosa, le dice: quiero entrar en ti. Sin hablar, la piedra la rechaza. Soy de piedra, le dice la piedra. Aún pulverizada soy hermética: no tengo puertas ni músculos para la risa. No entrarás en mí, repite la piedra ante la insistencia: te falta la sabiduría de quien es parte: ningún sentido sustituye a la humildad de quien se admite fragmento.
Wislawa Szymborska abre la mano a una gota de agua que cae del cielo. En la gota está el Ganges y también el Nilo, la humedad en los bigotes de una foca y el líquido de una vieja vasija china. En esa gota, todo el mundo y todos los tiempos: alguien que se ahogó y quien fue bautizado. En una gota de lluvia, siente que el mundo la toca, delicadamente.
Wislawa Szymborska camina y encuentra un escarabajo muerto. Un horror moderado que no le provoca tristeza. Parece que al bicho nunca le sucedió algo importante. Su fantasma no nos espantará por la noche. Lo que cuenta es sólo lo que se acerca a nuestra vida: sólo nuestra muerte goza de primacía.
Wislawa Szymborska platica con sus plantas. Tiene nombres para ellas: arce, cardo, narciso, brezo, enebro, muérdago, nomeolvides pero ellas no le han puesto nombre a quien las riega. Quisiera explicarles qué se siente tener ojos y no raíces, pero ellas no le preguntan nada a quien es tan nadie.
Wislawa Szymborska no sabe qué es la poesía. Sabe que a unos les gusta pero a la mayoría no. A los que les gusta, les gusta como una buena sopa de fideos o una bufanda. No sabe lo que es la poesía pero se aferra a ella como un pasamanos. La poesía es, tal vez, la posibilidad de hacer perdurar: la alegre venganza de una mano que morirá.
Wislawa Szymborska ve una fotografía del 11 de septiembre. Hombres que se lanzan al vacío. Escapan de la muerte arrojándose a ella. Estampas que congelan el último instante de una vida. Sólo puedo hacer dos cosas por ellos, dice: describir su vuelo y no decir la última palabra.
Wislawa Szymborska escudriña palabras. Al decir Futuro, la primera sílaba es ya pasado; al decir Silencio, lo mata; al pronunciar Nada inventa algo que no cabe en la no-existencia. Todo es una palabra impertinente y vanidosa que debería llevar siempre la advertencia de las comillas. Cree que abraza, reúne, recoge y tiene pero es un jirón del caos.
Wislawa Szymborska se asombra. Todo lo escribe entre el paréntesis del quizá y del no sé. No sabe por qué está aquí y no en otro lado, por qué viste una piel y no una cáscara. No sabe por qué está sola y con ella misma. Sólo en el escenario descubre de qué trata su obra. Si algo sabe es que la vida se vive al instante. Nunca un miércoles ha sido ensayo de jueves.
Wislawa Szymborska habrá sonreído cuando escribió
No sé si para otros,
para mí esto es del todo suficiente
para ser feliz e infeliz:
Un rincón modesto,
en el que las estrellas den las buenas noches
y hacia el que parpadeen
sin mayor significado.
El hombre ha dedicado su inteligencia a dos propósitos, decía Bertrand Russell en un ensayo famoso. Por una parte, ha tratado de exprimr el mundo para su ventaja. Para ello ha inventado herramientas, ha diseñado estrategias para la conquista de otros y técnicas para el dominio de la naturaleza. Pero no es ese el único propósito de la razón. El hombre también la ha empleado para cuestionar esos deseos. Más allá de la utilidad, buscar sentido. La filosofía aparece así como una piedra en el zapato de la ambición. Es una pausa para dudar de las ilusiones compartidas. En su ensayo sobre la importancia de las humanidades, el intelectual italiano Nuccio Ordine evoca un pasaje de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino. Recuerda el diálogo que sostiene Marco Polo con Kublai Kan, en el que el explorador expone una idea de la salvación. “El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos juntos Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio.”
Esa es la tarea de la educación humanística: reconocer lo que escapa del infierno. Esa es la misión del profesor: más que trasmitir conocimiento, compartir el valor del conocimiento, de la duda y del diálogo. Esa ha sido la labor de Rodolfo Vázquez, el gran patrono de la filosofía del derecho en México y a quien el ITAM acaba de reconocer como Profesor Emérito. Autor de una obra extensa y rigurosa, Rodolfo Vázquez ha sido también un generoso editor y un incansable animador intelectual. Ha puesto en contacto a la academia mexicana con los grandes maestros de la disciplina, ha llevado a la imprenta obras clásicas y contemporáneas y ha animado incontables conversaciones y debates sobre los asuntos más quemantes de nuestro tiempo. Fundó Isonomía, una revista extraordinaria que sigue entregando puntualmente lo mejor de la producción académica en filosofía del derecho que se publica en nuestro idioma.
En el discurso que pronunció al recibir el emeritazgo, Rodolfo Vázquez subrayó tres hilos que han orientado su idea docente: la razón, la memoria y la indignación. Vale la pena detenerse en ellas. Por una parte, llama a defender una perspectiva laica. En un mundo que se entrega a los dogmatismos, sean estos políticos, religiosos o económicos, la universidad debe someter toda idea a prueba. El filósofo del derecho llama a no someterse jamás a las invocaciones de autoridad, las imposiciones de lo sagrado, o las comodidades de lo popular. Toda idea merece examen.
Una universidad no puede producir expertos desconectados de su tiempo. El rigor del razonamiento debe acompañarse de cierta humildad: reconocimieno de que la ciencia, por más perfecta que la imaginemos, nunca basta. Por ello Rodolfo Vázquez invoca los deberes de la memoria. Rastrear los caminos recorridos para saber de dónde venimos y cuál es el sitio que ocupamos. El diálogo del saber debe comenzar como una conversación con las circunstancias. Quien quiera transformar la realidad debe estar dispuesto a aprender de la realidad antes de atreverse a prescribirle recetas.
Disciplina intelectual y atención al entorno, también indignación, una forma de plantarse frente a lo inaceptable. Ningún universitario puede permanecer impávido frente a la perversión de nuestra vida pública, no puede ser indiferente frente a la desigualdad y la corrupción. Toda empresa educativa es, al final del día, aprendizaje de ciudadanía: la tarea de pensar, de pertenecer y de actuar.
De un artículo de Savater:
¿Cuál es la diferencia entre un rostro bello y uno realmente atractivo? Pues que el bello omite los defectos y el atractivo los tiene, pero irresistibles. La perfección que respeta todas las normas clásicas merece el encomio gélido del museo, pero cuando la imperfección acierta nos la queremos llevar a casa y vivir con ella y para ella. Se hace admirar lo que cumple las pautas y se hace amar lo que las desafía. Y eso en todos los campos, eróticos o artísticos. Hasta en política…
Hace algunos años Andrew Sullivan calificó a Montaigne como el bloguero por excelencia: un escéptico que registraba sus vacilaciones, un comentador de enlaces externos, un escritor suelto carente de itinerario. En su inventario de esta semana en Proceso, JEP escribe sobre el Correo Literario que Alfonso Reyes publicó entre 1930 y 1937 bajo el título de Monterrey, un antecedente del blog "en tanto espacio a la vez público y privado." Escribe JEP:
"En una alianza inestable e inestable, el blog reconcilia a Gutenberg con Bill Gates. Une también el block, el cuaderno de aputnes y notas sueltas, con el log, la bitácora de viaje por el mar siempre desconocido, promisorio y amenazante que ayer era el océano y ahora es la internet."
Divertido el perro de peluche y pegajoso el jingle, pero yo juraba que era un anuncio de consomé… : ) je, je, perdón, no me pude contener.
¡¡WTF!!